¿Dónde está el Nacimiento de Venus?
El Nacimiento de Venus es una obra de Sandro Botticelli del 1485, considerada una de las obras maestras del Renacimiento. Si os preguntáis donde está expuesto el Nacimiento de Venus, que sepáis que la pintura se conserva en la Galería Uffizi de Florencia, donde recibe miles de visitantes. Para entender la importancia del Nacimiento de Venus, nos basta con saber que es la principal atracción del museo, que es el más visitado de Florencia y uno de los más importantes de todo el mundo. Además, la pintura marcaría los cánones de belleza femeninos, siendo una de las aportaciones más relevantes del arte renacentista.
El nacimiento de la Venus de Botticelli
Del nacimiento de la pintura, a pesar de su enorme fama, no sabemos demasiado. La obra no es citada en ningún documento histórico hasta casi un siglo después de su finalización. Lo hace Giorgio Vasari en el 1550.
Por lo que sabemos, gracias a los exhaustivos estudios sobre la pintura, sus simbología y significados, podemos estar prácticamente seguros de que fue un encargo de algún miembro de la familia Medici a Sandro Botticelli.
Algo a tener muy en cuenta a la hora de analizar el Nacimiento de Venus es que Botticelli comienza a trabajar en él poco después de haber vuelto a Florencia de su estancia en Roma. Ciudad a la que fue llevado por el Papa para trabajar en la Capilla Sixtina.
Allí Botticelli pudo empaparse del arte antiguo como en ningún lugar. Un arte cuya influencia veremos plasmada en el Nacimiento de Venus.
Grecia, Roma, Florencia y Chipre... todo en una pintura
Curiosamente, el nombre por el que conocemos la pintura y que tanto hemos escuchado no representa el nacimiento de Venus. Sorprendente, ¿verdad? Lo que Botticelli representa no es el nacimiento de la diosa sino su llegada a la isla de Chipre, su hogar según la mitología romana.
La figura de Venus tal y como la vemos en el cuadro tiene también mucha relación con la tradición griega y romana. De hecho, en la misma Galería Uffizi tenemos una estatua de Venus, la Venus de Medici, que data del siglo I a.C. y está en la misma postura. ¿Coincidencia? En absoluto. Y menos con un genio como Botticelli. La postura de Venus cubriéndose su pecho y su zona íntima era una de las formas de representar a la diosa Afrodita (correspondiente griega de Venus) en la antigua Grecia.
El Nacimiento de Venus: talento y corazón de Botticelli
Botticelli, como el genial artista que era, no sólo dejó plasmada su admiración hacia el arte antiguo en el Nacimiento de Venus. En la pintura va el talento y el corazón del artista. Esto literalmente. Pues todo indica a que el rostro de Venus es el de Simonetta Vespucci, el amor platónico de Botticelli y su musa. Aunque el corazón de Simonetta pertenecía (también en matrimonio) a otro hombre. Que su rostro fuese escogido por el gran Sandro para hacerlo el de la diosa de la belleza es un halago con mayúsculas. Simonetta acabó, sin saberlo, siendo el ideal de belleza femenina.
Hablando del ideal de belleza, Florencia puede presumir de algo absolutamente increíble. Y es que dos de los museos de la ciudad, en la Galería Uffizi y en la Galería de la Academia, se conservan las dos obras del Renacimiento que marcaron los cánones de belleza ideales. El femenino: la Venus de Botticelli; el masculino: el David de Miguel Ángel.
Simbología y contenido de la pintura
Analizando ya el contenido propio de la pintura, observamos que el Nacimiento de Venus está lleno de simbología y gran detalle. Quizás, el mayor de los detalles es no ser minucioso con ellos en el espacio. Botticelli renuncia a dar al paisaje una gran prospectiva o dimensión. Una decisión que no es fruto del azar o la pereza sino una técnica para realzar únicamente la belleza como objetivo final. Pues Venus es la diosa del amor y la belleza.
Venus: diosa del amor y de la belleza
Venus llega a la orilla de la Isla de Chipre sobre una concha que es arrastrada por las olas. Olas que generan espuma al chocar con la orilla, espuma de la cual nace Venus. Esta es otra referencia a la mitología griega, que dicta que Urano fecunda al mar y de esa unión, a través de la espuma marina, nace la Diosa.
La concha en la que llega Venus es arrastrada por el viento, pero en la pintura vemos, a nuestra izquierda, un personaje que lo provoca con su fuerte soplido. Se trata de Zefiro, el viento primaveral, estación con la que se relaciona a la diosa Venus.
Zefiro porta en sus brazos a una mujer cuya identidad aun no pone de acuerdo a los estudiosos del arte. La teoría más aceptada es que sería Aura, la brisa primaveral. Por ello su intensidad al soplar es muy ligera, casi indetectable.
A nuestra derecha, ya en la orilla, una mujer recibe a Venus cubriéndola con un manto delicadamente. Un manto lleno de elementos primaverales. Esta mujer se identifica como l’Ora della Primavera, la hora de la primavera. El momento preciso del equinoccio, con el que nace la primavera y con ella la belleza y el amor: Venus. La primavera recibe a su diosa protegiéndola, admirándola y cuidándola al mismo tiempo.
Por todo el cuadro observamos rosas que caen del cielo, incluso en el mar. La caída de rosas, según la mitología, ocurría también en el momento del nacimiento de Venus.
El Nacimiento de Venus: una obra maestra
Es apasionante, increíble, que en una sola pintura una mente sea capaz de representar tanta belleza, con tanto significado y al mismo tiempo hacerla tan personal. Del mismo modo que, siendo personal, acaba siendo universal. Pues la Venus de Botticelli fue por siglos la imagen de la mujer perfecta. Como para Botticelli lo era su amada Simonetta Vespucci. De lo pequeño a lo grandioso. Del detalle a una obra maestra. Simplemente una de las mejores pinturas jamás creadas, el Nacimiento de Venus.
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